sábado, 26 de marzo de 2016

Arriba y cada vez más alto

Él, que había renunciado a todo por cada minuto que pasaba con ella, se encontraba esta vez sentado a los pies de su cama con un libro a medio acabar y un vaso de su refresco favorito al lado. El móvil ya no tenía sentido alguno desde que no recibía aquellos mensajes, ya nada le interesaba, razones por levantarse y salir adelante ya no tenía, solo pensaba en ella, en aquella sonrisa que iluminaba sus días, en aquellos labios sabor a fresa, en aquellos ojos que solía mirarlos fijamente y perderse por minutos. Sus días se fueron haciendo cada vez más tristes, el sol ya no calentaba como antes, par él las nubes habían cubierto su cielo; lo que antes podías ser unas tardes de ensueño ahora se habían convertido en pesadillas. Salir a la calle era enfrentarse al mundo, a uno que ahora se le había caído encima con todo su peso.
Las horas iban pasando en aquella habitación y cuando se acercaba al final del libro un pensamiento cubrió aquel momento; había vuelto aquella imagen, no era capaz de borrarla y fue entonces cuando se paró a pensar en que había hecho mal para recibir aquello y entendió que a veces es mejor dejar marchar. Nada le había enseñado tanto hasta aquel día lo que era valorar los pequeños detalles de la vida, pararse a pensar de la cantidad de cosas maravillosas que tenemos y que no le damos importancia. Cualquier cosa que intentaba hacer de nuevo no era capaz de continuarla, todo le recordaba a ella.
"Y es que nos levantan muy alto, nos hacen volar a mil metros del suelo y cuando piensas que todo va por el buen camino algo se tuerce y caes, las alas se te cortan y ya no eres capaz de seguir tan alto y es ahí cuando comienzas tu descenso, un poco rápido y sin saber cuando vas a llegar al suelo". Nos enseñan a volar pero no nos dicen como aterrizar.


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